jueves, 27 de septiembre de 2007

El subte

"El subterráneo es una de las grandes maravillas que hay bajo la superficie. Sólo el subterráneo, y no incluyo a los trabajadores y a los pasajeros porque no se lo merecen. Porque el subterráneo es tan importante como un submarino nuclear, o como el submarino amarillo; o como el subconsciente donde se guarda lo que más nos representa y que por eso lo queremos ocultar. El subterráneo de Buenos Aires cuesta setenta centavos, o veintitres centavos de dólar. Menos que una propina desganada que los mendigos finos ni te aceptan. Por esa plata solamente si tenés que caminar de una estación a otra por arriba, se te gastan los tacos más que lo que cuesta una ficha del subte para llevarte a más distancia que una maratón. Te podés quedar viajando todo el día sin que nadie te diga que hace usted aquí sentado tanto tiempo.

Llevarte la vianda y el termo y pasear por debajo sin enterarte de lo que pasa arriba. Con setenta centavos podés ir de un lado a otro por debajo de las calles y de las casas de la ciudad. Perderte y embriagarte de túneles. Ir por debajo de los camiones recolectores de basura, de los paseantes
con manadas de perros que enchastran en cualquier parte, y de los asaltantes que siempre prefieren ir por arriba porque es más fácil escaparse. Podés recorrer por debajo desde Belgrano a Plaza de Mayo y viceversa cuántas veces se te antoje. Y ese mismo viaje en taxi te sale de ida 18 pesos, si hay poco tránsito, y ojalá te toque un taxista que no te hable todo el viaje de la inflación y de lo que cuesta comprar un repuesto, un perno para el auto. Y que además te impone oír un casette pirata de música injustificable. En cambio en el subte por una mínima
inversión podés pasear hasta más allá de Chacarita, volver al centro, pasar por Constitución, pasar por Primera Junta y desviarte hasta La Medalla Milagrosa y la estación Varela, que jamás habías oído nombrar.

Y darte el gusto aunque sea de paso, de mirar los murales de mayólica de las estaciones vos que nunca mirás más que lo que sale en televisión y que si por casualidad y porque se distrajo el cameraman pasan la Mona Lisa y El Guernica cambiás de canal y hacés zapping.

En el subte no tenés que aguantar a los automovilistas con esas caras de hidrofobia que tienen cuando están atascados en el obelisco; ni a los camiones de reparto ni a los colectiveros, ni a los motoqueros, ni a los peatones que se atropellan porque están distraídos con los celulares, ni a los piqueteros que parece que se terminan pero vuelven eternamente porque no hay berenjena que les venga bien. Por abajo no tenés que aguantar ninguna procesión con vírgen o santo o lo que sea; ni ninguna sentada de estudiantes que si no reclaman estufas reclaman aire acondicionado y un día de estos van a reclamar tragos largos para el recreo y que no les tomen más examen porque va contra los derechos humanos. El subterráneo es maravilloso. Es barato. Es rápido. Es democrático. Y es generoso.

Lleva sin recriminarles nada a pasajeros que hablan mal de él por cualquier atraso y que después son capaces de bancarse esperando horas haciendo cola para sacar entradas para ver cualquier obra donde haya traseros al aire. El subte es maravilloso. Antes de hablar mal de él los pasajeros, los huelguistas y los periodistas rezongones deberían hacer comparaciones y hacerle un homenaje."


Carta Abierta, Radio continental, "La mañana" (26/09/07)


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